viernes, 18 de marzo de 2011

El bautismo de Cristo

De los límites del genio

Gran parte de la fama del cuadro de Andrea Verrochio “El bautismo de Cristo”, que se conserva en la Galleria degli Uffizi de Florencia,se debe al hecho de que en él está el primer trabajo importante de Leonardo da Vinci en pintura. Leonardo era aprendiz en el taller de Verrochio y pintó una parte del cuadro, concretamente uno de los dos ángeles (el de la izquierda) y el paisaje del fondo.


 

Ángel pintado por Leonardo.
 


Paisaje atribuido a Leonardo.
 
Ese ángel de Leonardo es, ciertamente, superior a su compañero de Verrocchio en diversos aspectos: es más dinámico, más elegante, los drapeados de su vestimenta no tienen comparación con los del otro… Pero sin dejar de reconocer la superioridad del genio de Vinci en ese punto sobre quien en aquel momento era su maestro, a mí la parte pintada por Verrocchio, y en particular la imagen de San Juan Bautista, me parece extraordinaria: ese cuerpo tallado a cincel, esas extremidades que son músculo sobre hueso, esa fuerza interior arrolladora, ese huracán al lado del cual Cristo no parece más que un tímido adolescente, ese rostro labrado en piedra en el que hay algo tan cercano a la terribilitá de Miguel Ángel… Muchos años después de este cuadro, cuando ya estaba lejos de la etapa de aprendiz, Leonardo pintó también un “San Juan Bautista”, que está ahora en el Museo del Louvre de Parísy que, sin discutir el hecho de que es una gran obra de arte, no deja de ser la representación de un amanerado, mientras que el de Verrocchio es, sin duda, el Jokanaan de la “Salomé” de Oscar Wilde y de la “Salomé” de Richard Strauss: un hombre sobre el cual ha soplado el aliento de Dios (y seguramente lo ha trastornado, como ocurre frecuentemente en estos casos, sobre todo cuando cursan con un fuerte ascetismo; pero esa es otra historia).

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